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Querida Alanis,
Creo que algo conocés ya sobre mi querida tierra. Sin embargo, esto es Costa Rica para mí: el vertiginoso contraste entre ir caminando sobre asfalto mojado por la necia garúa, pasar junto a una pulpería con la pancarta de Galletas Pozuelo, y, al mismo tiempo, saber que a poquísimos metros, detrás de esas vallas oxidadas del decrépito Polideportivo Municipal de Alajuela, allí mismito se reunían ustedes, el panteón musical de Los Ángeles, California. El Monte del Olimpo del Rock n’ Roll, por un momento respiraba el mismo viscoso vaho que los mortales ticos allí afuera.
Mientras caminaba a ese concierto, por allí del 2004, me imaginaba al baterista Gary Novak (quien grabó con el mismísimo Chick Corea), haciendo ejercicios de calistenia baterística, a minutos de salir a escena con vos, la gran Alanis Morissette.
Afuera, el ácido olor a empanadas de papa recalentadas por enésima vez se mezcla con los omnipresentes sonidos del Jagged Little Pill. ¡Ah! las combinaciones improbables del trópico.
De la nada, en mi memoria: ¡Se rompe todo!
Un flash blanco. Un eco. Un reflejo a futuro.
Algún tipo de amor.
—If it weren’t for your maturity none of this would have happened
If you weren’t so wise beyond your years I would’ve been able to control myself—
Posiblemente, cuando estaba entregando mi boleto de entrada al mal encarado y regordete oficial de seguridad, el celofán que envolvió mi Under Rug Swept —que recién habías publicado— todavía yacía sobre mi escritorio. Vos 29. Yo 24. Un océano de distancia. Irreales, inexistentes uno para el otro. Aun ante esta doble omisión, bajo la lluvia, un momento insólito se gestaba.
Por otro lado, lejos. Posiblemente iluminada por el resplandor del televisor de la casa de Cariari — como le corresponde a las chicas de 9 años recién cumplidos— ella ignoraba la necia garúa.
—If it weren’t for my attention you wouldn’t have been successful and
If it weren’t for me you would never have amounted to very much
We’ll fast forward to a few years later—
Ya dentro del Polideportivo, las gotas seguían cayendo. Metronómicas. A media gana. No me quedó más remedio que ir solo al concierto, porque a mis amigos les valió mierda que Alanis, la grande, la inmensa, había honrado el territorio tico con su presencia. En fin, me mandé solo, e igual de solo me logré escabullir entre la rala audiencia hasta llegar a posicionarme al puro frente de la sagrada tarima.
Todo iba a ser una velada solitaria como muchas otras.
Ella —la voy a llamar Nueve Años— posiblemente peleaba con sus hermanos en Cariari, con la fe de niña y la envergadura de un ave. Vos, Alanis, en el tráiler de mierda que la producción alquiló… Pensabas en la mágica Costa Rica y su misticismo. Inclusive años antes de conocer a Tapado. Yo, primera fila, ignorando todo lo que el universo fermentaba a mi alrededor, a mi futuro.
Algún tipo de amor.
—And no one knows except the both of us
I’ve more than honored your request for silence
And you’ve washed your hands clean of this—
Francamente, me hubiera gustado que nuestros números hubiesen calzado mejor. Quizás de manera más simétrica. Pero no fue así. 24, 29, 9. Por más aleatorio que aparente ser el trío, en una aritmética universal, grandiosa, mágica… Las tres historias habrían de calzar eventualmente.
—What part of our history’s reinvented and under rug swept?
What part of your memory is selective and tends to forget?
What with this distance it seems so obvious?—
¡Y, no! No planeo barrer nada debajo de la alfombra: ni memoria selectiva, ni escoba, ni la “distancia obvia”. El hecho es el siguiente: vos, Alanis, cantabas tu canción sobre un amorío que te imaginaste o que acurrucaste. Un amor que fulminó barreras profesionales. Se me apetece alguien de mi edad. Justo cuando cantabas la letra de Hands Clean, allí estaba yo bajo la lluvia tenue. Sí, me gusta darme licencias al escribir, pero esta no es una: nos vimos a los ojos. Se terminó la canción, y nuestros ojos siguieron el baile, encontrándose por momentos.
No fue solo esa canción, el hechizo duró durante varias más. Ojos que bailan y vibraciones que van y vienen.
Por años me castigaría a mí mismo por no haber tomado acción: haberte hecho un gesto. Quizás una confirmación a distancia de que estábamos en la misma onda. En mi imaginación he visto la escena siguiente miles de veces: te hago una seña. Reaccionás. Le dices a alguien de producción que me deje pasar detrás de la valla de seguridad. El agente de seguridad me ayuda a brincar la valla. Espero el fin del concierto, vos, Novak, y yo… no tomamos unas Imperiales. La noche es perfecta.
Pero no fue así.
Algún tipo de amor.
—Just make sure you don’t tell on me especially to members of your family
We best keep this to ourselves and not tell any members of our inner posse
I wish I could tell the world cause you’re such a pretty thing when you’re done up properly
I might want to marry you one day if you watch that weight and keep your firm body—
Si de algo me puedo vanagloriar, es de ser un estudiante lento, y de tomarme mi tiempo para aprender inclusive la lección más insulsa. Me debe haber tomado cinco años, pero por fin, se lo conté a mis amigos:
–“Sebas, te acordás de ese concierto de Alanis al que nadie quiso ir? Man, estaba en primera fila, y no sé por qué pero me sentía grande. Te lo juro que Alanis se me quedó viendo a los ojos… Se me quedó viendo por más de una canción.”
–“Jacobo, estás mal de la cabeza, che.”
—Ooh this could be messy and
Ooh I don’t seem to mind
Ooh don’t go telling everybody
And overlook this supposed crime—
Bien, puede ser que sí esté mal de la cabeza. Pero mi memoria no está mal, y vos Alanis, sí me viste a los ojos. Me viste tanto, que se me se me erizaron los pelos de la nuca. No había nadie alrededor, solo la terca lluvia. ¿Ya dije que soy lento en entender las cosas? Bueh, no fue sino hasta hace un par de semanas, cuando, de la nada, Spotify decidió tirar Hands Clean. Así, sin preámbulo. Descaradamente.
Mi cabeza todavía anda envuelta por una nube con el tufo de un amor que murió recientemente. Y fue allí cuando entendí la clase de amor.
La historia no te tocó terminarla a vos, Alanis. Le tocó a Nueve Años. Quizás debido a que la noche de tu concierto nunca terminó como debería, mi mente almacenó las palabras de Hands Clean en un recóndito rincón de mi subconsciente. Trece años más tarde me tocó encarnar la letra palabra por palabra: el contexto prohibido para el amor. El abismo generacional. El desmadre.
Nueve Años. Vos. Yo.
Al final todo cuajó, el final no eran las birras en el decrépito camper en el Polideportivo de Alajuela. El final fue personificar la letra de la canción, y todo fue hermoso.
P.S. Ya sé que Gary Novak no fue el baterista. Tocó Blair Sinta, quién —valga la pena decirlo— contesta mensajes de Twitter.
3 Comments
Mae J…. Sos un Crak
¡Gracias Maestro! Ventilar un poco el alma. Un fuerte abrazo.
Eres grande.
Así como de alguna manera u otra llega el punto en el que nos identificamos con una canción, así mismo existe una forma en la que los seguidores de un artista nos identificamos con base en experiencias.
Con gusto, después te contaré mi experiencia al verla actuar en vivo en México.
Saludos.